martes, 29 de enero de 2013

El lector mecánico

Sabía que le quedaba algo de tabaco. Alargó la mano hacia el bolsillo interior de la chaqueta y se colocó un cigarrillo en los labios. Sentía humedad en los pies y comprobó con la vista que estaba de pié en un charco.
-¿Te encuentras bien?
Un hombre de unos 50 años le alargaba un encendedor desde el puesto de fruta que le hacía de parapeto. Corrió a cobijarse con él.
-Sí, es solo que... Verás, yo vengo de...
Empezaron a amanecer gritos y órdenes desde el otro lado de la calle, ninguno entendía que decían.
-Supongo que esto era inevitable, es lo que hay...-  el hombre alargó el encendedor y le encendió el cigarrillo -No podemos hacer nada.
-¿Tu crees?
-Está pasando, ¿no es así?
Los gritos se hacían más altos, eran órdenes mecánicas y repetitivas, podía escuchar un patrón que se repetía, algunas palabras que volvían.
-Creo que ya están aquí
Un trueno antecedió la aparición de un ruido chirriante de acero contra acero que se acercaba tras los alemanes que comenzaban a ocupar los lados de la calle. Uno de ellos se colocó a su lado sin dejar de mirar al frente, después de observar como un puñado de soldados se le adelantaba lanzó una mirada a los dos hombres y continuó hacia adelante sin prestarles la más mínima atención.
Comenzó a llover de forma muy agresiva, él no se dio cuenta hasta que su cigarrillo se apagó. El ruido de las botas era ensordecedor, unido a la bestia metálica que en estos momentos les pasaba por delante de los ojos. Se encontraba fuera de lugar. No entendía nada. No le importaba a nadie.
Un par de soldados que llevaban una cámara se colocaron en el lado contrario de la calle, en la terraza de un café que estaba parcialmente cubierta de la lluvia, montaron el trípode y empezaron a grabar el movimiento de tropas, cuando el objetivo se posó sobre los dos hombres se paralizó. Uno de los soldados escudriñaba los alrededores, el otro miraba a través del objetivo.
-¿Te queda tabaco?
Sin dejar en ningún momento de mirar al aparato, necesitó esta vez palparse la chaqueta.
-Sí.
Le acercó el paquete de tabaco, no era tabaco local, era extranjero, venía liado. El otro hombre no añadió nada, no prestó la menor atención, tomó el cigarrillo y fumó. Mientras, los seguían observando.
Los dos estaban ya completamente empapados.

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