sábado, 2 de diciembre de 2017

Gestión Mental o El Miedo Del Payaso


Caminaba solo por una calle vacía, disimulando su leve cojera. Mirando distraídamente los escaparates por si algún objeto interesante le llamaba la atención. Espejismos, reflejos de otros componen la única compañía en este sitio, ya de sobra conocido. Se pueden ver a cada poco, unos mas sólidos que otros. Cada vez se encontraba menos cosas que de verdad mereciesen la pena, pero no dejaba de buscar. Al final del día, cansado y sin interés alguno en continuar era cuando descansaba, pero a veces daba largos paseos por las afueras. Recorría en algunas ocasiones una ruta conocida, había alguna casa en ruinas, pero lo demás era naturaleza salvaje, la entropía devoraba con su falta de interés lo que se le ponía al paso, si no estaba atento una rama podría tropezar con alguna de las gruesas raíces que serpenteaban por el suelo. 
Allí observaba la espesura sentado en su piedra habitual, rodeado de algún espejismo habitual. Estas siluetas iban y venían como fantasmas, alguna decía algo con más importancia o menos, él escuchaba sólo a veces. No fueron voces ese día, si no un ruido como de sacudir de hojas, al fondo, donde se perdía ese viejo camino. Se incorporó para investigar ese nuevo fenómeno.
Caminó durante un rato, tratando de encontrar el origen. Si permanecía en silencio lo suficiente el sacudir de arbustos y ramas se podía repetir y le daba una nueva pista sobre el origen de lo que quiera que fuese que lo reclamaba. Conocía este bosque un poco, podía reconocer algún árbol concreto, una vieja valla rota hace tiempo, o algún muro de piedra gastado por el tiempo. Ese ruido se le escapaba por más que lo seguía, apartándo su atención del cielo cada vez más oscuro.

Aquí no había camino, pero el ruido se repetía  más a menudo, siempre por delante, inalcanzable. Unas huellas se dejaban intuir entre la penumbra que se cernía ofreciéndole una nueva dirección que no dudó en seguir. Una acacia de tres espinas se agarró a su brazo, haciéndole dar un respingo por el dolor. Mientras se examinaba la herida comenzó a llover. El jersey, ahora rasgado, que lo había mantenido caliente estaba absorbiendo agua. Miró hacia arriba, luna llena. Algo aulló en la noche y le hizo pensar en casa. Quiso volver atrás, tratando de obviar el ruido de ramas que aún escuchaba intermitentemente, pero no reconocía ya este sitio, la lluvia cada vez más espesa hacia difícil ver demasiado lejos, charcos se formaban rápidamente y el brazo le dolía horrores. Siguió hacia adelante, pensando que era ya demasiado tarde para darse la vuelta. Solo, con el jersey cada vez mas pesado y frío, los zapatos empapados y los dientes tiritando, continuó siguiendo ese ruido bajo la luz que la lluvia dejaba dar a la luna. Vió algo con el rabillo del ojo y supo que era eso lo que buscaba. Se giró enseguida que lo notó, dando un traspié por su cojera y cayendo de boca contra el suelo. Se quedó ahí un rato, le ardía la nariz y se la tocó, se miró la mano y lamió algo de sangre. Al levantarse siguió el recorrido de ese extraño animal, para comprobar con disgusto un estrechísimo que pasaba entre bérberos espinosos, posiblemente de los que usan los animales. Se quedó mirando unos minutos los amenazadores arbustos y pensando en las espinas en silencio. La lluvia caía con fuerza, repiqueteando con insistencia. Ese camino lo llamaba. Se volvía más oscuro. Casi podía ver algo moverse milímetros, pero no lo sabia. Se le erizó el pelo de la nuca. Le tembló un poco la pierna. De nuevo ese ruido.






1.
Es un territorio personal, el recurso de cada uno, no hay dos iguales y solo tú puedes caminar en el tuyo. Te pueden contar cualquier cosa sobre ese sitio, pero no lo conocen. Te pueden advertir sobre las rutas, no hay mapas. Siempre es territorio inexplorado, pero muchos pisaron el suyo. Lo que te contaron puede o no coincidir, pero la expedición, al ser necesaria, podría sacar provecho de algún consejo. Siempre empiezas con lo puesto, pero puedes intentarlo tantas veces como fuerzas te queden.

2.
Caminar por ejemplo por una playa tranquila, todo está a la vista y se puede ver el camino a seguir. A lo lejos hay una colina y encima quizás una fuente de la que beber, quizás la playa da a un bosque frondoso antes de llegar a esa colina. El camino puede volverse más difícil, estar más escondido, ser más angosto, estar plagado de ruidos extraños o incluso desaparecer. Aún así, es inevitable, hay que seguir aquí. El bosque puede ser intimidante, pero los árboles dan frutos de mil sabores, unos más sabrosos que otros. Los animales que se escuchan pueden ser fascinantes o mundanos. Puede que al caminar se descubra un tesoro olvidado. Tener la oportunidad de encontrar un atajo o un camino más largo. Quizás se puede estar convencido de que el agua de la fuente es fresca y deliciosa, luego puede que sepa a hierro.

3.
Aunque sea bello y fructífero, este lugar puede jugar malas pasadas, puede haber minas en el camino, a la vista o enterradas, autóctonas o plantadas por extraños. La fruta puede estar podrida, los ruidos proceder de un animal agresivo y peligroso. Se puede perder algo de lo que se lleva encima o que el camino lleve de golpe a una zarza de espinas que se cobre el paso rasgando tela y carne. La fuente podría estar directamente envenenada. En estos momentos viene bien usar cualquier recurso disponible, conocer los frutos comestibles, las plantas venenosas, recordar alguna ruta...