sábado, 8 de diciembre de 2018

Yo que se


No me siento bien.
Mi casa es una ruina, y he quemado los muebles buscando ese calor que manaba de Ella.
Continuamente me viene a la cabeza y siento que me falta algo muy importante. Como un faro en mi pecho buscando con su pequeña luz, y La pienso, y La extraño. Y no han pasado dos días y me parece una eternidad en solitud. Un niño tirándole piedras a una pared.
Quiero que vuelva, pero no se lo puedo pedir. Y pienso que es lo correcto, que Ella se sentirá mejor así, que volverá por su cuenta, quiero que venga por voluntad propia, porque la mía no es el todo.Y no es que sienta que va a volver así a la ligera, todo este tiempo he sentido y he vivido que estaba por voluntad propia. ¿Me he convencido yo solo? No puede ser, no es posible. Había una visión, había un horizonte y la moral era alta. ¿Nos han herido las ramas de los árboles, cuando quizás nos salimos demasiado del camino? Quizás era un bosque demasiado oscuro y desconocido, en algún momento se soltó de mi mano. Quiero talar el bosque entero y verla. Quiero que vuele y me vuelva a ver Ella a mi, con esos ojos. Que me golpean con tanta fuerza , que me miraban a través. Que me hacen dar un respingo en la silla.
Se ha soltado de mi mano, ha querido soltarse de mi mano, y yo no puedo impedirle que busque eso que le parece haber visto. Debe de haber visto algo en el bosque que yo no puedo ver, no se me permite el acceso, que le ha parecido mas seguro o atractivo que la senda que yo le proponía. Ha tomado ese rumbo, pero yo no puedo seguirlo. Tengo que tomar otro para continuar. ¿Pero no querrías volver para hacer el camino con Ella? Claro que si, pero ha decidido tomar otra y no puedes obligarla, pese a que conocíamos las frutas, los picos, algunos caminos, conocíamos los peligros, era un bosque peligroso, pero entramos los dos de la mano, bien fuerte, agarrábamos los dos el uno del otro y nuestros pies aguantaban firmes y seguros, al paso, coordinados, en equilibrio. Sabíamos la dirección, nos nos daba miedo caminar campo a través, lo buscábamos juntos. ¿Que te ha hecho este bosque para que veas ese camino? ¿Que me ha hecho este bosque para que yo no pueda entrar?
Y así me veo, queriendo aún encontrar esa casita que buscábamos pero que no me es posible habitar solo. Ojalá esté en lo cierto y continúes esa ruta, y que al final de esa ruta te topes conmigo esperando en algún punto de la mía que se une con la tuya y vuelva a ser nuestra, y que te alegres de verme, y me mires con esos ojos, y me flojee la boca y te rías, y me cuentes lo que has visto y que haya merecido la pena, o no, y que has encontrado, y yo te contaré que he visto, que he encontrado, y mirarnos y que nos volvamos a agarrar tan fuerte como los dos apretábamos y nos sentíamos.
¿Estoy loco? ¿Estoy tan loco por pensar eso, por querer volver a nuestra ruta?
¿Estoy demasiado loco para este bosque?
Y el niño camina por esas ruinas, y le da patadas a las piedras, y quema maderos y muebles. Y está triste y solo y sucio y hambriento. Y recuerda cosas y se imagina que está jugando con un perro, compartiendo una fruta, escuchando el alegre canto de un pájaro, que se ríen de sus tonterías, que cocina un guiso, que baila con una canción... Pero despierta y el suelo esta frío y todo está en silencio. Y se agarra el pecho porque es el calor que le queda en esa ruina. No me siento bien.

domingo, 25 de febrero de 2018

Más de media vida

2003-25/2/2018