jueves, 14 de noviembre de 2019

Mérida a Madrid o Pensamiento Lateral



Desde que reposté al norte de Sevilla llevaba la radio apagada.
Voy a encenderme un cigarrillo.

Ya. Como iba diciendo, la radio apagada. No se, me sentaba como ruido. Iba hacia arriba, mirando a la derecha, hacia el mapa de la tablet, que no es complicado, vía de la plata va hacia arriba y punto, directo a Mérida. Buenos recuerdos tengo de Mérida. Pensaba comprar Cachuela principalmente, y café Barco. Imposible encontrar Cachuela en ningún sitio (ese café tampoco). Cuando empecé a reconocer el Carrefour, la ruta del aparcamiento (con muchos más coches que la última vez), la plaza de párking... Me notaba sensaciones en el pecho, notas como te tiembla un poco todo, la boca te hace gestos, parpadeas... La fachada del edificio, los pasillos, los pollos... Sabía donde estaba todo, donde coger agua, pan, cerveza, el café... Se le acelera el pecho a uno, estando tan cerca, como quien peregrina a Santiago, yo qué se.

***

Al poco de ponerme a conducir, ya sólo, pensaba. Pensaba en lo que siento, en cómo lo siento, en el por qué. Ya te digo, sin radio, sin ruido, algún cigarrillo que me paraba a liar porque estaba demasiado oscuro para hacerlo conduciendo. Y pensaba en eso, en que era eso, en por qué así. Y pensaba también que no ha cambiado lo que siento, que han cambiado actitudes o maneras, formas de decir o hacer, de aproximarse o pensar, pero no de sentir. Pensaba en cosas que pienso o formas de actuar que tengo. El caso es que no decidí, me di cuenta y acepté, que como en la amistad o el cariño se sienten cosas de una manera. Pensé en el amor o como definirlo. Una palabra muy fuerte eso de amor, no se regala, yo no, al menos y en que no sé si alguien la conoce en el mundo verdaderamente. Pensé y reflexioné. ¿Qué significa esto, por qué me siento así, por qué no lo siento de otra manera?
Es una locura, estaré loco. No es que me de igual, me acababan de bajar los pies al suelo, y aún así, no lo sentía distinto, lo sentía igual que entonces, sin esperar nada, aceptando y aceptándome. 
Recuerdo mucho decir eso de la falta de expectativa, pf, es que no tengo expectativas, tengo lo que siento y como ya he dicho lo acepto. Acepto que no espero nada, que no pido nada, que las situaciones ideales de mi cabeza no existen fuera de ella por estar precisamente en mi cabeza aunque sean placenteras de imaginar y saborear. No existen como no existe un polluelo cuando miras un huevo o una flor cuando miras un capullo o un árbol cuando miras una semilla. Pensé en el presente absoluto, en vivir el momento y la ola y agarrarse a esa tabla fuerte. En pararse uno a mirar un paisaje cuando vas paseando por el campo y te parece bonito, en cuando dejas de mirar a carretera para mirar a los lados hasta que escuchas las bandas sonoras de la autopista. 
Llegué a una suerte de conclusión o revelación, preguntándome en lo que esperamos de los demás y lo que tenemos todos. Y sintiendo que no se va, que siento lo que sentía, que puede doler si lo malinterpreto o lo zarandeo. Que por muchas ganas que tengo de ver el árbol crecer, no aprecio menos esa semilla, mirar ese paisaje... Siento que lo que siento me gusta, y es bonito, y tiene valor y debo valorarlo, y que no se marchita, y que me inspira lo mismo. Que no pido ver cascar el huevo, porque el huevo es también precioso, que no pido nada, ni exijo nada, ni espero nada. Que llegué a un punto en el que el ese huevo me parece precioso y lo quiero cuidar, y si he pecado de algo es de querer ver también el polluelo, pero las cosas de la naturaleza tienen su ritmo y si tratas de acelerarlas rompes esa naturaleza. Lo que siento es bonito, porque en serio, no pide nada a cambio, no pone condiciones y está ahí, y no se me olvida aunque a veces pise la banda sonora de la carretera. Que no espera porque no esta ni delante ni detrás, está presente. Que valoro esto que siento porque pensar en esto que siento me gusta y me hace sentir bien, me hace sentir bien saber que no pido nada, que no exije ni demanda, que en realidad no tiene necesidad de demandar, que no entró por costumbre o gusto, que es algo que es genuino de mí, sentir esto es mío, me sale de mí, me sale solo pese a todo. Que no es un recuerdo ni una nostalgia, que es atemporal y sin expectativas, que no vive en tiempos pretéritos o futuros y que no desaparece por estar dormido o pensando en otras cosas. Que no lo calla el silencio y que es genuino y mío aunque se me inspirase de fuera. De alguna manera, no sé, que si veo ese huevo me fascina, que si rompe el cascarón me flipa en mil colores, que si veo al pajarillo crecer y batir las alas me derrite y que si lo veo volar, en la dirección que sea, no deja de enamorarme.
Me gusta esa sensación, me gusta ser consciente de eso.
Me puse música, solo tengo un disco mío en el coche, el Lateralus de Tool. Canté Parabola.

***

Llegué a Madrid, descargué los trastos: algo de ropa; nueva y vieja, algo de comida; la dada y la comprada, y mis trastos típicos de cuando viajo. Subí al piso. No había nadie, pero no me sentía solo aún así.

He llegado bien, ya estoy en casa.